Publicado: 31/01/2025
Introducción. La relación entre dieta y salud mental ha cobrado importancia en la investigación científica, especialmente por el papel que desempeñan inflamación y estrés oxidativo en trastornos como depresión y ansiedad. Patrones dietéticos proinflamatorios (ingesta de alimentos ultraprocesados y bajo consumo de frutas y verduras), están asociados con un mayor riesgo de deterioro de la salud mental. Objetivo. Investigar el impacto de una dieta antiinflamatoria sobre la salud mental en pacientes adultos y analizar diversos síntomas psicológicos (depresión, ansiedad y estrés) con relación a cambios en los biomarcadores sanguíneos. Materiales y métodos. Se realizó una revisión narrativa analizando estudios de tipo ensayo clínico aleatorizado y revisiones sistemáticas dando como resultado el análisis de 10 estudios. Se llevaron a cabo búsquedas en las bases de datos de PubMed, SciELO, BVS - Medline, Wiley Online Library, Dialnet y el metabuscador de Google Scholar. Resultados. A pesar de las diferencias en los enfoques metodológicos y las poblaciones estudiadas, la mayoría de los estudios coinciden en que una dieta con un alto potencial inflamatorio se relaciona con un mayor riesgo de desarrollar depresión o de tener una salud mental deficiente, aunque la relación entre síntomas psicológicos y biomarcadores inflamatorios no fue concluyente. Conclusiones. La adherencia a un patrón dietético antiinflamatorio y equilibrado puede ser beneficioso para prevenir y tratar los trastornos del estado de ánimo. Los profesionales sanitarios pueden desempeñar una gran labor en la educación y promoción de hábitos saludables, entre ellos, la adopción de una dieta antiinflamatoria, especialmente en pacientes de riesgo. Arch Latinoam Nutr 2024; 74(4): 287-296.
Palabras clave: adultos, dieta, inflamación, salud mental, depresión, ansiedad, estrés.
Introduction: The relationship between diet and mental health has gained importance in scientific research, especially due to the role that inflammation and oxidative stress play in disorders such as depression and anxiety. Pro-inflammatory dietary patterns (ultra-processed foods intake and low consumption of fruits and vegetables) are associated with a greater risk of mental health deterioration. Objective. To investigate the impact of an anti-inflammatory diet on mental health in adult patients and analyze various psychological symptoms (depression, anxiety and stress) in relation to changes in blood biomarkers. Materials and methods. A narrative review was carried out analyzing randomized clinical trial type studies and systematic reviews, resulting in the analysis of 10 studies. Searches were carried out in the databases of PubMed, SciELO, BVS - Medline, Wiley Online Library, Dialnet and the Google Scholar metasearch engine. Results. despite differences in methodological approaches and populations studied, most studies agree that a diet with a high inflammatory potential is related to a higher risk of developing depression or having poor mental health, although the relationship between psychological symptoms and inflammatory biomarkers was inconclusive. Conclusions: Adherence to a balanced, anti-inflammatory dietary pattern may be beneficial in preventing and treating mood disorders. Health professionals can play a great role in educating and promoting healthy habits, including the adoption of an anti-inflammatory diet, especially in at-risk patients. Arch Latinoam Nutr 2024; 74(4): 287-296.
Keywords: adults, diet, inflammation, mental health, depression, anxiety, stress.
https://doi.org/10.37527/2024.74.4.005
Autor para la correspondencia: Teresa Sánchez Moya, e-mail: teresasm@um.es.
En la actualidad, la relación entre la alimentación y la salud mental ha adquirido una relevancia significativa en investigación científica y en atención sanitaria. Un área de particular interés es la influencia de la dieta en la inflamación y el estrés oxidativo, procesos que han sido asociados con el desarrollo y agravamiento de trastornos mentales, definidos como “síndrome caracterizado por una alteración clínicamente significativa del estado cognitivo, la regulación emocional o el comportamiento de un individuo, que refleja una disfunción de los procesos psicológicos, biológicos o del desarrollo que subyacen en su función mental”. Dentro de los más frecuentes encontramos la depresión, ansiedad y otros trastornos del estado de ánimo (1).
La magnitud del problema es considerable, puesto que los trastornos mentales afectan a una parte significativa de la población adulta en todo el mundo. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), a escala mundial, alrededor de 280 millones de personas sufren depresión, y en 2019 un número de 301 millones de personas padecían trastornos de ansiedad (2). Los trastornos de salud mental aumentan el riesgo de padecer otras enfermedades como alteraciones cardiovasculares, problemas gastrointestinales o llevar a una supresión del sistema inmunológico. Asimismo, afecta al estilo de vida por lo que predispone a enfermedades crónicas, resulta en un autocuidado deficiente y aumenta el riesgo de mortalidad prematura (3,4).
El impacto de los trastornos mentales, además, se extiende en al ámbito social y económico; pueden generar estigma, marginación y dificultad en las relaciones interpersonales, lo que conduce a un aislamiento social y falta de apoyo, y por lo tanto puede aumentar el estrés y empeorar los síntomas de salud mental, creando un ciclo negativo. A nivel económico, toca varios puntos, entre ellos los costos en atención médica, la pérdida de productividad y la discapacidad laboral (5).
Por otro lado, el proceso de inflamación es una respuesta de nuestro organismo ante una lesión celular, exposición a agentes infecciosos o estímulos antigénicos e involucra a los sistemas nervioso, vascular e inmunológico. Se caracteriza por un aumento del flujo sanguíneo, vasodilatación capilar, infiltración de leucocitos y la producción local de mediadores de inflamación (6). Inicialmente tiene una función homeostática de protección o defensa que se caracteriza por presencia de calor, rubor, edema, pérdida de funcionalidad y dolor. Estos síntomas desaparecen rápidamente en caso de inflamación aguda cuando la causa de la respuesta es eliminada. Sin embargo, cuando persiste el estímulo que activa el proceso de inflamación, éste se cronifica y desemboca en un proceso fisiopatológico que favorece la aparición de enfermedades, el incremento de radicales libres (RL) y, en consecuencia, el estrés oxidativo (7–9). El estrés oxidativo es el desequilibrio entre la producción de especies reactivas de oxígeno (ERO) y la capacidad del sistema antioxidante para neutralizar estas moléculas. El proceso de inflamación y el estrés oxidativo están estrechamente relacionados y se retroalimentan de múltiples maneras, puesto que la inflamación puede dar lugar a un incremento de las ERO, exacerbando el estrés oxidativo, y a su vez éste, puede agudizar la inflamación con la producción de mediadores de la inflamación (citoquinas y quimiocinas) amplificando la respuesta inflamatoria. Es por ello por lo que hay que considerar ambos procesos como perpetuadores de variedad de condiciones patológicas (10–14).
Existen múltiples factores que fomentan la inflamación crónica sistémica. Entre ellos, se destaca el patrón alimentario actual de la población, basado en un aumento excesivo de alimentos ultraprocesados, con alto contenido de cereales refinados, sal, grasas saturadas y trans, alcohol y aditivos, además de una disminución en el consumo de frutas, verduras y fibra dietética (15). Una dieta antiinflamatoria es un plan de alimentación cuyo objetivo es reducir la inflamación en el organismo y con ello, promover la salud. Disminuir y evitar el consumo de alimentos proinflamatorios y aumentar el de los alimentos antiinflamatorios es esencial para prevenir enfermedades y con ello la mortalidad asociada. En la tabla 1 se sintetizan los alimentos proinflamatorios más consumidos en el perfil dietético occidental y los alimentos antiinflamatorios que deberían priorizarse en cuanto a consumo (15).
Para determinar el potencial inflamatorio de la dieta, Shivappa et al. (16) crearon el índice de inflamación dietética (DII), con el objetivo de evaluar el patrón de consumo alimentario y proporcionar una descripción del potencial inflamatorio de la dieta. Esta evaluación se fundamenta en la investigación científica disponible sobre la relación entre los hábitos alimentarios habituales y el perfil inflamatorio de la dieta (16). El DII clasifica la dieta de un individuo como proinflamatoria o antiinflamatoria, proporcionando así una métrica para entender cómo la fisiología y la alimentación se relacionan y estimar el nivel de inflamación interna provocada por la dieta. Esta estimación se basa en la medida en que la dieta puede elevar los mediadores inflamatorios como interleucinas, TNF-a y PCR asociadas con la inflamación crónica (16,17).
Por último, el abordaje de los trastornos mentales y su relación con la dieta requieren la participación de un equipo sanitario multidisciplinar. La educación para la salud por el colectivo enfermero adquiere un papel crucial además del consejo experto de nutricionistas y de diagnóstico y tratamiento farmacológico del médico.
Investigar la asociación entre dieta y salud mental en relación con los factores inflamatorios y el estrés oxidativo no solo es interesante para el bienestar individual, sino que también puede influir considerablemente en la salud pública, en la cohesión social y la estabilidad económica. En este sentido, esta revisión busca ofrecer una visión de cómo una dieta antiinflamatoria puede ser una estrategia eficaz y viable para mejorar la salud mental en la población adulta. Por ello, el objetivo de este estudio es investigar el impacto de una dieta antiinflamatoria sobre la salud mental en pacientes adultos, así como analizar diversos síntomas psicológicos como depresión, ansiedad y estrés con relación a cambios en los biomarcadores sanguíneos (marcadores inflamatorios y antioxidantes).
El presente trabajo de investigación fue realizado entre noviembre de 2023 y mayo de 2024. Para la obtención de información de interés en las bases de datos se ha formulado una pregunta clínica siguiendo la estructura PICO (del inglés Patient/Population, Intervention, Comparison, Outcome) (18). "En adultos, ¿la incorporación de una dieta antiinflamatoria/ antioxidante influye positivamente en la salud mental?”. Al tratarse de una pregunta de terapia/tratamiento, se ha decidido analizar los estudios de tipo ECA (ensayo clínico aleatorizado) y revisiones sistemáticas, puesto que serían los más adecuados para contestar la pregunta.
Los criterios de inclusión para los estudios que se analizaron en esta revisión bibliográfica fueron: ensayos clínicos aleatorizados y revisiones sistemáticas que abordasen la relación entre la ingesta de alimentos antiinflamatorios y su impacto en la salud mental, estudios con pacientes adultos (de 16 a 72 años), estudios publicados en los últimos diez años (2014 a 2024), idioma de publicación en castellano e inglés, estudios que proporcionasen resultados que permitieran evaluar de manera clara y específica si existía un impacto positivo en la salud mental asociado al consumo de alimentos antiinflamatorios, y estudios que abordasen el análisis de los biomarcadores inflamatorios como indicadores de cambios en la salud mental. Los criterios de exclusión, por lo tanto, fueron aquellos que no cumplieron los criterios de inclusión establecidos previamente.
Se realizó una búsqueda en las bases de datos Pubmed, SciELO, BVS - Medline, Wiley Online Library y Dialnet mediante las palabras clave “dieta antiinflamatoria/anti inflammatory diet”, “salud mental/mental health”, “ansiedad/ anxiety” y “depresión/depression”. Se realizó una lectura del título del artículo de manera inicial para determinar cuáles eran aquellos que trataban el tema de interés. Entre los seleccionados, a posteriori, se realizó un cribado más preciso leyendo el resumen del artículo y observando si los artículos seleccionados cumplían los criterios de inclusión. Además, se realizó una última búsqueda en Google Scholar con distintas cadenas de búsqueda para incluir aquellos artículos de interés que no se hubieran encontrado en las búsquedas previas a partir de las bases de datos. Finalmente, los artículos considerados válidos para esta revisión narrativa y que cumplían los criterios de inclusión fueron un total de 10 (Figura 1).
La metodología de los estudios seleccionados se centró en investigar el impacto de una intervención nutricional antiinflamatoria en la incidencia de trastornos mentales como la depresión, ansiedad o estrés. Con el objetivo de determinar si una dieta antiinflamatoria podría ser un tratamiento efectivo para reducir la incidencia de estos trastornos, se observó cómo la dieta repercutía en la presencia de marcadores inflamatorios como la PCR, IL-6 o TNF-. En la tabla 2 se resumen las principales características de los artículos seleccionados en la presente revisión narrativa.
Varios estudios examinaron la relación entre el potencial inflamatorio de la dieta, evaluado mediante el DII, y los síntomas depresivos incidentes (20–22) En todos ellos un DII más alto se asoció a un mayor riesgo de síntomas depresivos. En el análisis estratificado por sexo, edad, actividad física y tabaquismo, se observó una asociación significativa en hombres, fumadores, exfumadores e individuos menos activos físicamente, sin observarse asociaciones positivas entre mujeres, subgrupos de edad, entre no fumadores o individuos físicamente activos en ambos grupos de intervención (20). Sujetos con la puntuación DII más alta mostraron un riesgo mayor de experimentar depresión en comparación con los de la puntuación de DII más baja, indicando que una dieta proinflamatoria está vinculada de manera independiente con un mayor riesgo de depresión, especialmente entre las mujeres (IC 95% 1,09-1,42) (22). En la revisión sistemática de Kheirouri et al. (23) se determinó que un DII alto se asociaba con un mayor riesgo de depresión. Se ha evidenciado que hábitos alimenticios antiinflamatorios, como el consumo de curcumina, fibra y ajo, pueden proteger contra los síntomas depresivos. Se indica además que el DII es una medida válida para evaluar el impacto de la dieta en la inflamación y la salud mental, subrayando la importancia de evitar dietas con alto potencial inflamatorio para prevenir la depresión.
Complementariamente, ciertos alimentos, como vegetales, cereales integrales, aceite de oliva y pescado parecen estar relacionados con menor inflamación sistémica, mientras que los dulces, harinas refinadas y carnes rojas y procesadas aumentan la inflamación. Una dieta proinflamatoria eleva significativamente el riesgo de depresión, especialmente en mujeres, adultos de mediana edad y personas con sobrepeso u obesidad. Estos resultados resaltan el papel potencialmente beneficioso de la modificación dietética en el manejo de los síntomas de depresión y ansiedad (24).
Otras investigaciones subrayan que puede existir una asociación significativa entre ciertos hábitos dietéticos y los indicios de desarrollar depresión en personas de todas las edades (25,26). Adoptar una dieta equilibrada, rica en verduras y frutas, mientras se evita una alimentación proinflamatoria que incluye alimentos ultraprocesados y un exceso de carne, podría disminuir el riesgo de experimentar síntomas depresivos o desarrollar depresión clínica. Nutrientes como los antioxidantes presentes en frutas y verduras, los cereales integrales ricos en triptófano, y los ácidos grasos omega-3 y omega-6, algunas vitaminas y minerales pueden ser beneficiosos (26).
Así mismo se ha determinado el potencial terapéutico de incluir prebióticos y/o probióticos en la dieta de personas con trastornos de ansiedad y depresión para reducir sus síntomas (27). Los resultados mostraron que los probióticos podrían tener efectos antiinflamatorios al modificar la composición de la microbiota intestinal y mejorar la barrera intestinal, lo cual podría reducir la translocación bacteriana y la inflamación sistémica, disminuyendo así la producción de citoquinas inflamatorias (28). Aunque los prebióticos por si solos no demostraron resultados estadísticamente significativos en el manejo de la ansiedad o la depresión, tampoco mostraron efectos negativos. Por otro lado, los probióticos, tanto de manera aislada como combinados con prebióticos, evidenciaron mejoras significativas en los síntomas de ansiedad y depresión. Aunque estos resultados respaldan el uso de probióticos como herramientas útiles en el tratamiento de la depresión, se requiere mayor investigación para comprender completamente su efectividad, especialmente en el tratamiento de la ansiedad.
Las variaciones en los biomarcadores inflamatorios y antioxidantes respecto a los síntomas psicológicos se mencionan en tres de los artículos en esta revisión (23,26,29). Un alto potencial inflamatorio se asoció con niveles elevados de marcadores inflamatorios circulantes y un mayor riesgo de depresión, lo que sugiere que una dieta proinflamatoria puede aumentar el riesgo de depresión debido a la inflamación en el organismo. Sin embargo, ajustar los marcadores inflamatorios no parece modificar significativamente la relación entre el DII y la depresión, lo que indica que otros mecanismos podrían estar involucrados. Se sugiere que la inflamación puede afectar indirectamente a la aparición de la depresión a través de la regulación de neurotransmisores y neuropéptidos, lo que aumenta la susceptibilidad a padecer trastornos psiquiátricos. Para comprender completamente esta conexión, es necesario considerar otros mediadores potenciales además de los factores inflamatorios, como neurotransmisores, neurotrofinas y neuropéptidos (23).
La evidencia sostiene que, en jóvenes sanos, la asociación entre los marcadores inflamatorios y la gravedad depresiva es limitada, y niveles clínicos de depresión pueden ser necesarios para observar una relación con la inflamación. Niveles elevados de IL-6 y TNF-β preceden a la depresión en la juventud, con el estrés desempeñando un papel crucial en esta relación. Además, niveles más altos de citoquinas proinflamatorias están relacionados con síntomas neurovegetativos opuestos como el sueño fragmentado, la disminución del apetito y la pérdida de peso, así como con otros síntomas de depresión, indicando la existencia de múltiples fenotipos inflamatorios depresivos y una complejidad en su relación. Aunque se han explorado asociaciones entre síntomas depresivos individuales y la inflamación, se necesita más investigación para comprender completamente esta relación (29).
La ansiedad puede ser influenciada por la inflamación crónica, siendo la proteína C reactiva un indicador principal de este fenómeno (26). Una dieta rica en grasas y el exceso de peso se relacionan con la persistencia de la inflamación crónica y cambios en los neurotransmisores asociados con niveles elevados de ansiedad. La activación leve del sistema inmunológico y la presencia de citoquinas inflamatorias están vinculadas al desarrollo de la ansiedad. El estrés oxidativo puede contribuir al aumento de la ansiedad, sugiriendo que antioxidantes como la vitamina C, la vitamina E y el betacaroteno podrían tener efectos beneficiosos al contrarrestar el estrés oxidativo.
A pesar de las diferencias en los enfoques metodológicos y las poblaciones estudiadas, la mayoría de los estudios incluidos en esta revisión coinciden en que una dieta con un alto potencial inflamatorio se relaciona con un mayor riesgo de desarrollar depresión o de tener una salud mental deficiente. Sin embargo, los resultados variaron en cuanto a la significancia de esta asociación en diferentes subgrupos de la población. Algunos autores observaron una asociación significativa en hombres, fumadores, exfumadores e individuos menos activos físicamente, pero no en mujeres, subgrupos de edad, no fumadores o individuos físicamente activos (20). Por otro lado, otros autores encontraron que un DII más alto se asociaba con un mayor riesgo de depresión, especialmente entre las mujeres (22).
Los principales resultados destacan la idea de que la dieta ejerce una influencia significativa en la salud mental. Adoptar un patrón dietético antiinflamatorio y equilibrado puede ser beneficioso para prevenir y tratar los trastornos del estado de ánimo.
A merced de los resultados analizados en estos estudios y dado el carácter multifactorial de las alteraciones mentales, es necesario abordar su prevención y tratamiento desde un enfoque igualmente múltiple. El médico desempeña un papel crucial en el diagnóstico y tratamiento de las condiciones de salud mental, mientras que el nutricionista es el encargado de diseñar un plan alimentario personalizado que promueva una dieta antiinflamatoria adaptada a las necesidades del paciente. Por su parte, enfermería cumple una función clave en la atención integral al paciente, facilitando la educación en hábitos saludables, el seguimiento de las intervenciones dietéticas y el apoyo emocional, contribuyendo así al éxito del tratamiento y la mejora de la calidad de vida (30).
El presente estudio tiene ciertas limitaciones que deben considerarse al interpretar sus hallazgos. En primer lugar, la heterogeneidad de los diseños y metodologías de los estudios analizados dificulta la generalización de los resultados, ya que las variaciones en las poblaciones estudiadas, los criterios de inclusión y las herramientas de medición utilizadas pueden haber influido en la consistencia de las conclusiones. Además, aunque se incluyeron biomarcadores inflamatorios como indicadores de impacto, su asociación con los síntomas psicológicos no fue concluyente, lo que sugiere la necesidad de explorar otros mediadores potenciales. Así mismo, la falta de seguimiento a largo plazo en la mayoría de los estudios limita la evaluación de los efectos sostenidos de las intervenciones dietéticas. Finalmente, es importante considerar que factores contextuales, como diferencias en estilos de vida, patrones culturales y acceso a alimentos, podrían haber modulado la respuesta a las dietas antiinflamatorias.
Considerando los objetivos establecidos, parece razonable afirmar que hay una asociación significativa entre una dieta proinflamatoria y la manifestación de síntomas depresivos y de deterioro de salud mental.
En cuanto a la relación entre síntomas psicológicos (depresión, ansiedad y estrés) y los cambios en los biomarcadores sanguíneos (marcadores inflamatorios y antioxidantes), los resultados hasta ahora no son concluyentes. Se requiere más investigación para establecer una conexión sólida entre estos factores.
Dado el carácter multifactorial de los trastornos como ansiedad y depresión es necesario un abordaje multidisciplinar para su prevención y tratamiento con personal de enfermería y nutricionistas como principales agentes de educación para la salud dado que son el primer escalón en el sistema sanitario.
No obstante, y tras observar los resultados de los estudios incluidos en esta revisión, se necesitan más investigaciones para comprender completamente los mecanismos subyacentes y desarrollar intervenciones dietéticas específicas para incidir en la salud mental.
Los autores declaran que no existen conflicto de intereses en relación a este trabajo.
Los autores agradecen a la Universidad de Murcia ya que bajo su amparo se ha elaborado el presente trabajo.
Recibido: 02/09/2024
Aceptado: 17/12/02024