Los trastornos autoinmunes representan una familia de al menos 80 condiciones diferentes que surgen de una respuesta aberrante del sistema inmunológico resultando finalmente en la destrucción de tejidos y órganos específicos del cuerpo. Es importante destacar que durante las últimas tres décadas los estudios epidemiológicos han proporcionado evidencia de un aumento constante en la incidencia y prevalencia de trastornos autoinmunes. En los últimos años, varios estudios han demostrado que la vitamina D y los ácidos grasos poliinsaturados (AGPs) omega-3 ejercen propiedades inmunomoduladoras y antiinflamatorias sinérgicas que pueden aprovecharse positivamente para la prevención y el tratamiento de trastornos autoinmunes. En este sentido, el reciente ensayo clínico denominado VITAL (ensayo de vitamina D y omega 3); un estudio a gran escala, aleatorizado, doble ciego, controlado con placebo encontró que la suplementación conjunta de vitamina D y AGPs omega-3 (VIDOM) puede reducir la incidencia de enfermedades autoinmunes. En esta revisión de la literatura, resumimos los mecanismos moleculares detrás de las propiedades inmunomoduladoras y antiinflamatorias de la vitamina D y los AGPs omega-3, así como la posible interacción bidireccional entre el metabolismo de la vitamina D y el metabolismo de los AGPs omega-3 que justifica la co- suplementación VIDOM en trastornos autoinmunes. Arch Latinoam Nutr 2023; 73(3): 223-232.
Palabras clave: enfermedades autoinmunes, autoinmunidad, vitamina D, ácidos grasos poliinsaturados omega-3, nutrición inmunomoduladora, inmunonutrición.
Autoimmune disorders represent a family of at least 80 different conditions that arise from an aberrant immune system response, which ultimately results in the destruction of specific body tissues and organs. It is important to highlight that during the last three decades epidemiological studies have provided evidence of a steady increase in the incidence and prevalence of autoimmune disorders. In recent years, several studies have shown that vitamin D and omega-3 polyunsaturated fatty acids (PUFAs) exert synergistic immunomodulatory and anti-inflammatory properties that can be positively harnessed for the prevention and treatment of autoimmune disorders. In this sense, the recent clinical trial called VITAL (Vitamin D and Omega 3 trial) - a large, randomized, double-blind, placebo- controlled study - found that co-supplementation of vitamin D and omega-3 PUFAs (VIDOM) can reduce the incidence of autoimmune diseases. In this literature review, we summarize the molecular mechanisms behind the immunomodulatory and anti-inflammatory properties of vitamin D and omega-3 PUFAs, as well as the possible bidirectional interaction between vitamin D metabolism and omega-3 PUFA metabolism that justifies VIDOM co- supplementation in autoimmune disorders. Arch Latinoam Nutr 2023; 73(3): 223-232.
Keywords: autoimmune disorders, autoimmunity, vitamin D, omega-3 PUFAs, immunomodulatory nutrition, nutritional immunology.
https://doi.org/10.37527/2023.73.3.006
Publicado: 07/10/2023
Autor para la correspondencia: Marco Infante, MD, PhD, FACN, e-mail: [email protected]
Esta revisión ha sido escrita a la luz de los resultados del ensayo clínico VITAL (ensayo de vitamina D y omega 3) que se llevó a cabo en los Estados Unidos en el cual se investigó si la vitamina D y los ácidos grasos poliinsaturados (AGPs) omega-3 reducen el riesgo de enfermedades autoinmunes (1). Este fue un estudio a gran escala, aleatorizado, doble ciego, controlado con placebo. La vitamina D se administró como colecalciferol (vitamina D3) a una dosis de 2,000 UI/día, mientras que los ácidos grasos poliinsaturados omega 3 marinos se administraron a una dosis de 1 g/día (como una cápsula de aceite de pescado que contenía 460 mg de ácido eicosapentaenoico y 380 mg de ácido docosahexaenoico). El ensayo incluyó a 25.871 participantes, de los cuales 12.786 eran hombres ≥ 50 años y 13.085 mujeres ≥ 55 años al momento de la inscripción. Se siguió a los participantes durante una media de 5,3 años. Al inicio del período de seguimiento los participantes reportaron sus enfermedades autoinmunes y estas enfermedades fueron confirmadas por una revisión extensa de registros médicos. Para el grupo de vitamina D, 123 participantes en el grupo de tratamiento y 155 participantes en el grupo de placebo tenían enfermedad autoinmune confirmada (razón de riesgo ajustada 0,78, intervalo de confianza del 95%: 0,61 a 0,99, valor de p = 0,05). Para el grupo de AGPs omega-3, la enfermedad autoinmune confirmada estuvo presente en 130 participantes en el grupo de tratamiento y en 148 participantes en el grupo de placebo (razón de riesgo ajustada 0,85, intervalo de confianza del 95% 0,67 a 1,08, valor de p = 0,19) (1).
La suplementación con vitamina D durante 5 años, con o sin AGPs omega-3, redujo la enfermedad autoinmune en un 22%, mientras que la suplementación de AGPs omega-3, con o sin vitamina D, redujo la tasa de enfermedades autoinmunes en un 15%. No obstante, ambos brazos de tratamiento mostraron efectos mayores que el brazo de referencia (compuesto por placebo de vitamina D y placebo de AGPs omega-3) (1).
Adicionalmente, es importante notar la diferencia que se observó al comparar los resultados de los grupos de tratamiento; la cual denota una superioridad en los beneficios conferidos por la vitamina D3. Estos resultados coinciden con lo que hemos planteado en trabajos anteriores que involucran hallazgos preliminares de los efectos beneficiosos de la vitamina D y la co-suplementación con AGPs omega-3 (VIDOM) en el contexto de enfermedades autoinmunes (2-5).Las enfermedades autoinmunes representan una familia de al menos 80 condiciones diferentes que resultan de una respuesta anormal del sistema inmunológico que finalmente conduce a la destrucción de tejidos y órganos específicos del cuerpo (6). Los datos epidemiológicos proporcionan evidencia de un aumento constante en la incidencia y prevalencia de enfermedades autoinmunes durante las últimas tres décadas (7). Es importante destacar que las condiciones autoinmunes están asociadas con una carga de enfermedad significativa debido a su naturaleza crónica y la necesidad frecuente de uso de por vida de terapias modificadoras de la enfermedad tales como fármacos inmunomoduladores y/o inmunosupresores que no están libres de efectos secundarios en el corto y largo plazo. Aunque la etiología y la fisiopatología de las enfermedades autoinmunes no se entienden por completo, el desarrollo de tales condiciones generalmente requiere la presencia concomitante de predisposición genética y factores ambientales, (p. ej. factores dietéticos, infecciones, medicamentos, entre otros) que desencadenan vías inmunitarias que conducen a la destrucción de tejidos (8, 9). En la actualidad, no se conocen terapias efectivas capaces de reducir la incidencia y prevenir el desarrollo de enfermedades autoinmunes. Por lo tanto, existe una gran necesidad de estrategias concomitantes no farmacológicas y nutricionales capaces de detener esta peligrosa tendencia. En este sentido, los resultados recientes del estudio VITAL (1) son de gran importancia clínica, ya que tanto la vitamina D como los AGPs omega-3 son complementos nutricionales seguros, bien tolerados y económicos que pueden ser especialmente beneficiosos en personas portadoras de enfermedades autoinmunes o con más factores de riesgo (p. ej. sexo femenino o antecedentes familiares conocidos de enfermedades autoinmunes) para el desarrollo de tales enfermedades. La incidencia global de enfermedades autoinmunes es de aproximadamente 3-5% y está aumentando particularmente en países occidentalizados debido al cambio de patrones dietéticos tradicionales hacia patrones occidentalizados (“transición nutricional”) (10-12). Dicha tendencia, llevó a la comunidad científica a investigar posibles intervenciones nutricionales dirigidas a reducir el riesgo de enfermedades autoinmunes (11). Se ha postulado que el rápido aumento de la incidencia de enfermedades autoinmunes en países desarrollados y en poblaciones migrantes puede ser consecuencia de factores ambientales más que genéticos (11). Una hipótesis fisiopatológica que explica esta tendencia en los países occidentalizados es el llamado “síndrome del intestino permeable”, una condición caracterizada por una mayor permeabilidad intestinal, integridad alterada de la barrera epitelial intestinal humana, disfunción de las uniones estrechas y alteración en la composición de la microbiota intestinal. El síndrome del intestino permeable favorece la inflamación local y sistémica. La malabsorción resultante aumenta el riesgo de déficit de diferentes macronutrientes y micronutrientes, tales como la deficiencia de vitamina D, que se ha asociado con un mayor riesgo de enfermedades autoinmunes (11, 13-17). También vale la pena recordar que la barrera epitelial intestinal controla el equilibrio entre la tolerancia y la inmunidad a los antígenos no propios a través de sus uniones estrechas intercelulares (18). La desregulación del tráfico finamente sintonizado de macromoléculas en individuos genéticamente susceptibles puede conducir a trastornos autoinmunes tanto intestinales como extraintestinales (18). El síndrome del intestino permeable probablemente sea causado por los aditivos alimentarios industriales comúnmente utilizados en las dietas occidentalizadas actuales y los alimentos procesados (11, 19, 20). Además, un régimen alimentario occidentalizado es rico en grasas saturadas y AGPs omega-6, que ejercen propiedades proinflamatorias y pueden aumentar el riesgo de desarrollar enfermedades autoinmunes (11, 21, 22). Por otro lado, las dietas antiinflamatorias, ricas en fibras y ácidos grasos poliinsaturados omega-3 (como la dieta Mediterránea), podría prevenir el síndrome del intestino permeable y preservar la integridad de la barrera epitelial intestinal, así como la composición de la microbiota intestinal, lo que puede resultar en la prevención de enfermedades autoinmunes y otras enfermedades crónicas no transmisibles (11, 21, 23).
Durante las últimas tres décadas, ha quedado claro que el papel de la vitamina D va más allá de la regulación de la homeostasis ósea y del calcio (14, 24). De hecho, la vitamina D ejerce una serie de propiedades antiinfecciosas, antiinflamatorias e inmunomoduladoras al actuar sobre el receptor de vitamina D (VDR), que se ha identificado en casi todas las células inmunitarias (25, 26). Estas propiedades implican: i) la inhibición de la producción de citocinas proinflamatorias (27); ii) la reducción de la capacidad de presentación de antígenos y la capacidad de estimulación de las células T para la presentación de antígenos (28-34); iii) la regulación positiva de las células T reguladoras (Tregs) (35); iv) la promoción del cambio del fenotipo efector de células T (células Th1 y Th17) hacia un fenotipo regulador antiinflamatorio (Th2) (36-38); v) la promoción de la transición de células Th1 secretoras de interferón-gamma proinflamatorio (IFN-) a células productoras de interleucina-10 supresoras (39); y vi) la promoción del cambio de polarización de macrófagos desde el fenotipo proinflamatorio M1 hacia el fenotipo antiinflamatorio M2 (40). Además de ser objetivos de la vitamina D, las células inmunitarias (macrófagos, células dendríticas, linfocitos T y B) se muestran también como productores locales de vitamina D, ya que expresan las enzimas activadoras de vitamina D clave 25-hidroxilasa y 1Α-hidroxilasa que catalizan la conversión local de precursores inactivos de vitamina D en la forma biológicamente activa calcitriol (41).
La deficiencia de vitamina D actualmente representa una pandemia mundial que afecta a más de mil millones de personas en todos los grupos de edad (42). La prevalencia general de la deficiencia de vitamina D es elevada incluso en América Latina, con una tasa de prevalencia que oscila entre el 8 % y el 34 % (43, 44). Creciente evidencia sugiere que la deficiencia de vitamina D puede desempeñar un papel en la fisiopatología de diferentes enfermedades autoinmunes e inflamatorias como la diabetes tipo 1, la esclerosis múltiple, el lupus eritematoso sistémico y la artritis reumatoide, entre otras (13-15). Por lo tanto, la suplementación con vitamina D ha sido propuesta e investigada como un potencial tratamiento inmunomodulador adyuvante válido para las condiciones mencionadas (13). Un aspecto importante a considerar es la concentración óptima de vitamina D circulante encaminada a lograr las acciones antiinflamatorias e inmunomoduladoras que ejerce el calcitriol. La evidencia emergente sugiere que los niveles séricos de 25-hidroxivitamina D [25(OH)D] ≥40 ng/ mL (ligeramente por encima de los que se consideran suficientes para la salud ósea) son óptimos para lograr las propiedades antiinfecciosas, antiinflamatorias e inmunomoduladoras de vitamina D in vivo (14, 45-47). En este sentido, una ingesta dietética y/o suplementaria de vitamina D3 de 4000-6000 UI/día es generalmente segura y efectiva para alcanzar y mantener dichas concentraciones circulantes de 25(OH)D en adultos (47).
Durante las últimas décadas, las dietas occidentales han evolucionado progresivamente hacia una mayor cantidad de AGPs omega-6 en comparación con los AGPs omega-3. Se sabe que los AGPs omega-3 y omega-6 ejercen propiedades antiinflamatorias y proinflamatorias, respectivamente (21, 48).
El ácido araquidónico (AA), un AGP omega-6, es el precursor de los eicosanoides proinflamatorios (prostaglandinas, tromboxanos y leucotrienos), que median en el inicio de la inflamación aguda y juegan un papel importante en la modulación de la permeabilidad endotelial, la quimiotaxis de neutrófilos y la agregación plaquetaria (48-50). Por el contrario, los AGPs omega-3 desempeñan un papel antiinflamatorio al desplazar al AA en los fosfolípidos de membrana, reducir la síntesis de eicosanoides proinflamatorios y favorecer la resolución de la inflamación, ya que representan los precursores de un grupo de mediadores lipídicos que se denominan colectivamente “mediadores pro- resolutivos especializados” (también denominados SPMs, por sus siglas en ingles “specialized pro-resolving mediators”). Los SPMs incluyen resolvinas, protectinas y maresinas (51). Los SPMs son producidos por neutrófilos y macrófagos durante la resolución de la inflamación, promoviendo eventos celulares clave como el cambio de macrófagos al fenotipo antiinflamatorio M2, el cese de la infiltración de neutrófilos y la eliminación de células apoptóticas (51, 52). Los SPMs también han surgido como moduladores endógenos del estrés oxidativo (53). El AGP omega-3 de cadena larga ácido eicosapentaenoico (EPA, 20:5n-3) es el precursor de las resolvinas de la serie E (RvE1, RvE2 y RvE3), mientras que el AGP omega-3 de cadena larga ácido docosahexaenoico (DHA, 22:6n- 3) conduce a la generación de tres familias distintas de SPMs, a saber, resolvinas de la serie D (RvD1, RvD2, RvD3, RvD4), protectinas (protectina D1, también conocida como neuroprotectina D1 cuando se forma en el sistema nervioso), y maresinas (51, 54).
Los valores circulantes aumentados del cociente omega-6/omega-3 y del cociente AA/EPA se han propuesto como biomarcadores de inflamación sistémica (55-58). El valor óptimo de la relación AA/EPA para reducir la inflamación celular y sistémica debe estar entre 1.5 y 3, aunque suele ser mayor en los países industrializados (por ejemplo, es 18 en la población estadounidense promedio) debido al alto consumo de acido linoleico en las dietas occidentalizadas (21).
Existe una creciente evidencia de modelos genéticos en ratones y estudios clínicos sobre las funciones y los mecanismos de los AGPs omega-3 y sus metabolitos en la prevención y el tratamiento de diferentes enfermedades autoinmunes como la artritis reumatoide, el lupus eritematoso sistémico, la esclerosis múltiple, y diabetes mellitus tipo 1 (59). En este sentido, Löfvenborg et al. (60) demostraron recientemente que las personas con niveles altos (≥167.5 unidades/mL) del autoanticuerpo de los islotes ácido glutámico descarboxilasa (isoforma de 65 kDa, GAD65) y niveles bajos de AGPs n-3 de fosfolípidos plasmáticos totales tenían un índice de riesgo de diabetes cuatro veces mayor en comparación con sujetos sin anticuerpos con AGPs n-3 alto, lo que sugiere que la elevada ingesta de pescado o las concentraciones relativas de AGPs n-3 en plasma pueden reducir en parte el riesgo de diabetes conferido por la positividad del anticuerpo GAD65.
Muchos de los efectos beneficiosos de los AGPs omega-3 se remontan a sus acciones antiinflamatorias, incluso a través de la regulación de la actividad de mTOR (mammalian target of rapamycin) (59). En diversas publicaciones se ha descrito como la rapamicina (el inhibidor de mTOR) inhibe la proliferación de células T, así como la diferenciación a células Th1 (61), y la promoción de diferenciación de células T CD4+ vírgenes en Tregs (62). Dichos estudios demostraron a su vez, que los PUFA omega-3 y omega-6 tienen un impacto opuesto en la regulación de los complejos mTOR, dictando así el destino de diferenciación de las células T CD4+ después del tratamiento con AGPs. En tanto, el EPA y DHA disminuyeron la fosforilación de la proteína ribosomal S6 (indicativo de la inhibición de la actividad de mTORC1), no así el AGP omega-6 AA que aumentó los niveles de fosforilación de la proteína S6 al activar mTORC1 (mammalian target of rapamycin complex 1) (22, 59, 63). Además, se demostró que las resolvinas de la serie D (RvD1 y RvD2) y la maresina 1 (MaR1) modulan las respuestas inmunitarias adaptativas en los linfocitos de sangre periférica humana: i) reduciendo la producción de citocinas por parte de las células T CD8+ activadas y las células Th1 y Th17 y ii) previniendo la diferenciación de células T CD4+ vírgenes en células Th1 y Th17, todo esto sin modular los receptores inhibidores de células T; ni anular a su capacidad para proliferar (64). Estos mecanismos tienen implicaciones importantes para las enfermedades autoinmunes. Por ejemplo, se demostró que los SPMs se alteran diferencialmente en la sangre periférica de pacientes con esclerosis múltiple, la reducción significativa de la mayoría de estos mediadores se correlaciona con la progresión de la enfermedad (65). Estos hallazgos sugieren que los SPMs son nuevos biomarcadores de diagnóstico y agentes terapéuticos potencialmente seguros para los trastornos autoinmunes.
La hipovitaminosis D y las deficiencias de AGPs omega-3 pueden representar factores de riesgo ambientales claves para el desarrollo de enfermedades autoinmunes. De hecho, el déficit de vitamina D y AGPs omega-3 pueden estar asociadas con un aumento de la inflamación sistémica (14, 25, 66).
La vitamina D y los AGPs omega-3, cuando se administran en combinación (como suplementación VIDOM) pueden ejercer acciones antiinflamatorias e inmunomoduladoras sinérgicas en mayor medida que cuando se administran aislados. De hecho, las concentraciones circulantes adecuadas de vitamina D (valores séricos de 25-hidroxivitamina D iguales o superiores a 30 ng/mL) y AGPs omega-3 (según valores óptimos de relación AA/EPA que oscilan entre 1.5 y 3) (21, 67) pueden contribuir a reducir la inflamación sistémica. En consecuencia, los estudios preliminares de intervención y los ensayos clínicos demostraron que la suplementación conjunta con VIDOM produce beneficios significativos en diferentes entornos clínicos, incluida la resistencia a la insulina y la enfermedad del hígado graso no alcohólico (68), prediabetes (69), diabetes mellitus tipo 2 asociada con cardiopatía coronaria (70), diabetes mellitus gestational (71, 72), síndrome de ovario poliquístico (73), diabetes mellitus tipo 1 (2, 3, 5, 15, 74), enfermedad inflamatoria intestinal (75), y trastorno del espectro autista (76). Dichos efectos beneficiosos probablemente surjan de las propiedades sinérgicas antiinflamatorias, antioxidantes e inmunomoduladoras ejercidas por la vitamina D y los AGPs omega-3. De manera que es plausible que existan interacciones entre el metabolismo de la vitamina D y el metabolismo de los AGPs omega-3 y omega-6. Curiosamente, un estudio realizado por Nandi et al., (77) en ratas hembras embarazadas demostró que los animales con deficiencia de vitamina D exhibieron niveles más altos de AA en la sangre y el hígado en comparación con los animales de control con niveles dietéticos normales de vitamina D. Esto estuvo acompañado por un índice más alto de actividad de delta-5 desaturasa plasmática (77). La delta-5 desaturasa es una enzima limitante de la velocidad en la síntesis de AGPs, se expresa principalmente en el hígado y cataliza la síntesis del AGP omega-6 AA proinflamatorio y del AGP omega-3 EPA mediante la introducción de enlaces dobles en la posición delta-5 de la cadena de ácidos grasos (78). Estos hallazgos sugieren que la deficiencia materna de vitamina D influye en la actividad y expresión del ácido graso desaturasa, alterando así el metabolismo de los ácidos grasos maternos. Además, un estudio realizado en un modelo de daño renal de 5/6 de nefrectomia en ratas mostró que los AGPs omega-3 y la vitamina D3 (colecalciferol) pueden aumentar sinérgicamente los niveles de 1,25-dihidroxivitamina D [1,25(OH)2D] al inhibir la expresión de la enzima catabolizante de vitamina D 24-hidroxilasa en los riñones y en el hígado, y al aumentar la expresión de la enzima activadora de vitamina D 1 Α-hidroxilasa en el hígado (79). La evidencia indica que los AGPs omega-3 pueden modular el metabolismo y la activación de la vitamina D. Además, estos hallazgos también pueden explicar los resultados de un estudio anterior que reportó un aumento significativo en los niveles circulantes de 1,25(OH)2D después de 6 meses de suplementación con AGPs omega-3 en pacientes en diálisis (80).
Otro estudio piloto realizado en pacientes en hemodiálisis con hipovitaminosis D mostró que la administración de colecalciferol más AGPs omega-3 durante 12 semanas condujo a una mayor proporción en la cantidad de 1,25(OH)2D en relación a 25(OH)D (que refleja la activación de la enzima 1Α-hidroxilasa), en comparación con el grupo que recibió colecalciferol más aceite de oliva, aunque este cambio no fue significativo (81). Esto puede sugerir que la suplementación con AGPs omega-3, incluido el DHA, puede ser mejor que el tratamiento de control en términos de regulación de los niveles de 1,25(OH)2D (81). Una revisión sistemática reciente y un metanálisis de dosis-respuesta de diez ensayos controlados aleatorizados que evaluaron la influencia de la suplementación con AGPs omega-3 en los niveles de 25(OH)D mostraron un aumento general significativo en los niveles de 25(OH) D después de la ingesta de AGPs omega-3 (82). Los autores también encontraron que los niveles de 25(OH)D habían aumentado significativamente cuando la intervención se prolongó por un periodo mayor de 8 semanas y cuando la concentración 25(OH)D sérica basal fué <20 ng/mL (82).
La suplementación conjunta VIDOM es muy prometedora y puede ser una opción potencial, segura, económica y eficaz para la prevención y el tratamiento de los trastornos autoinmunes y las afecciones mediadas por el sistema inmunitario, que actualmente representan una carga económica y de salud significativa en todo el mundo. Se conoce que los efectos beneficiosos de la vitamina D y los AGPs omega-3 sobre la autoinmunidad pueden estar mediados por sus propiedades antiinflamatorias e inmunomoduladoras sinérgicas. De hecho, es probable que estas propiedades mejoren cuando estos compuestos se administran juntos, dada la interacción bidireccional que existe entre el metabolismo de la vitamina D y el metabolismo de los AGPs omega-3 y omega-6. Esta hipótesis ha sido ampliamente investigada por diversos autores y en múltiples contextos, entre ellos; el gran ensayo controlado aleatorizado VITAL que discutimos en esta revisión de la literatura. Según la evidencia generada tanto por estudios preclínicos y clínicos, una mejor comprensión de las interacciones y acciones de la vitamina D y los AGPs omega-3 sin duda allanará el camino para una nueva área terapéutica en el campo de la nutrición inmunomoduladora.
Los autores declaran no tener ningún conflicto de interés.
Recibido: 18/04/2023
Aceptado: 23/07/2023