Universidad de los Andes. Bogotá, Colombia
Recientemente han sido públicados varios trabajos provenientes de los más acreditados centros de investigación en el mundo, que demuestran una vez más que la pandemia de sedentarismo es aún tan preocupante o más que el fenómeno de sobrepeso y obesidad. Al observar el evidente aumento de las enfermedades crónicas, en su gran mayoría asociadas a la coexistencia de sobrepeso, sedentarismo hipertensión y trastornos metabólicos como niveles elevados de colesterol, triglicéridos y glicemia, resulta difícil discriminar cuales son realmente los factores de riesgo de mayor prioridad; cuales son causas, interacciones, o consecuencias. El conocido ‘síndrome metabólico’, ‘síndrome x’ o ‘cuarteto de la muerte’ ha permitido agrupar estas alteraciones cardiovasculares y metabólicas que aumentan el riesgo de diabetes tipo 2, así como el riesgo de padecer eventos graves como infartos o accidentes cerebrovasculares. Todo este ‘combo’ o ‘paquete de riesgo’, se ha relacionado fundamentalmente con el sobrepeso, en especial con el acúmulo de grasa abdominal. El papel del gasto de calorías en la ecuación de balance energético parece obvia pero ha sido poco entendida en sus detalles. La mayoría de los esfuerzos se han concentrado en reducir la ingesta calórica con pobres resultados, con excepción quizás de intervenciones agresivas y cuestionables desde la salud pública como la cirugía bariátrica. En realidad no existe evidencia clara sobre una mayor ingesta calórica en las últimas décadas, como la causa fundamental del exceso de calorías en la ecuación de balance energético. Recientemente han sido públicados trabajos que documentan la ingestas calóricas relativamente estables en los Estados Unidos o en Australia, durante las últimas décadas, donde el sobrepeso y la obesidad vienen en franco aumento. Aun para Colombia, las cifras no son claras. Por ejemplo, la ENSIN 2005 y 2010 (Encuesta Nacional de Nutrición en Colombia) muestran ingestas calóricas promedio inferiores a las 2000 kcal recomendadas internacionalmente y sin embargo el sobrepeso y la obesidad siguen en aumento. También es cierto que algunos estudios no muestran con suficiente claridad los efectos favorables del ejercicio sobre el peso corporal, probablemente por los puntos de corte inadecuados en la cantidad o dosis de actividad física. El ejercicio es sin duda la herramienta más importante para la prevención y el manejo sostenible de la obesidad, pero debe ser dosificado adecuadamente. Por ejemplo, los famosos 150 minutos a la semana de actividad física no tienen, ni pueden tener ningún efecto sobre el peso corporal, en nuestro mundo industrializado. Más aún, si esa actividad es de intensidad baja, como lo es para la gran mayoría de seres humanos, nos vamos a seguir engordando con los saludables 150 minutos semanales. Para mantener el equilibrio energético hoy en día, es necesario gastar diariamente más de 500 kcal diarias en ejercicio, lo cual es difícil para la mayoría de personas. Esto equivale por ejemplo a trotar una hora o caminar mas de 2 horas diarias. Por supuesto si la ingesta es muy baja, inferior a 1200 kcal por día, se pueden lograr resultados a corto plazo, los cuales son imposibles de sostener como lo ha demostrado ampliamente la epidemiologia del sobrepeso y obesidad. Sin embargo, muchos estudios han podido demostrar que algunos individuos con el mismo grado de sobrepeso y grasa abdominal pueden tener menor riesgo de eventos cardiovasculares y diabetes, gracias a sus buenos niveles de actividad física. Más aún, individuos delgados aparentemente sanos pueden tener hasta el doble de riesgo de morir que personas con sobrepeso, pero con muy buena actividad y condición física. Aunque lo usual es que las personas delgadas sean más activas que las personas con sobrepeso, esta asociación no es constante pues no incluye la gran variabilidad en la ingesta calórica diaria. Podemos engordarnos con 1500 kcal, si tan solo gastamos 1400, o podemos bajar de peso comiendo 3000 kcal si gastamos 3100 kcal cada día. Pero la aclaración más importante para la salud pública es que el centro y la prioridad de los esfuerzos en salud, para la prevención de enfermedades crónicas, debe ser el aumento, por todos los medios, de los niveles de actividad y condición física de la población. El balance costo/beneficio de esta intervención ha demostrado que por cada dólar invertido en promoción de actividad física en el mundo, se pueden recuperar hasta 3 dólares en salud. El sobrepeso es una de las muchas consecuencias del sedentarismo, pero no la única ni la más importante. El sedentarismo altera todo el funcionamiento del cuerpo, la regulación neuroendocrina, el sistema cardiopulmonar y músculo esquelético. A los pocos días de estar inactivos aparecen la resistencia a la insulina, la atrofia neuro-muscular y el deterioro en la circulación arterial, capilar y venosa asi como la función inmunológica. Es hora de reorientar nuestros esfuerzos hacia la prevención de los verdaderos factores de riesgo para enfermedades crónicas.
Palabras clave: Balance energético, actividad física, salud pública.