Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, Las Palmas de Gran Canaria, Las Palmas, España
La hidratación es fundamental para el buen funcionamiento del organismo. Aproximadamente dos tercios del peso de una persona son agua. Se trata de un elemento esencial para casi todos los procesos fisiológicos, desde la digestión hasta la absorción, pasando por la eliminación de desechos metabólicos no digeribles y también para la estructura y función del aparato circulatorio. El agua de las bebidas y la contenida en los alimentos que ingerimos ha de garantizar una correcta hidratación en cualquier edad o circunstancia vital, como elemento clave en el mantenimiento de un buen estado de salud. El balance hídrico permite mantener constante el contenido de agua, mediante el ajuste entre los ingresos (agua de bebida, líquidos, agua contenida en los alimentos) y las pérdidas (vía pulmonar, sudoracion , orina y la heces). La ingesta y la pérdida de líquidos son compensadas a diario, sin embargo, hay determinadas situaciones en las que el trabajo físico pueden desajustar este equilibrio y son necesarias muchas horas para reponer los líquidos perdidos. El fracaso de estos mecanismos y las consiguientes alteraciones del balance hídrico, pueden producir graves trastornos capaces de poner en peligro la vida del individuo. Además del agua perdida y en el caso de pérdidas severas se produce también una pérdida importante de electrólitos. La eliminación del sudor durante un esfuerzo fisico realizado a temperatura elevada, puede superar la cantidad de 1 litro/hora con una pérdida adicional de sodio de 35 a 50 mmol/l (0,8 g/l a 1.1 g/l). La sed permite que las personas recuperen sus pérdidas de fluidos durante cortos períodos, por lo que este mecanismo es una guía adecuada para ingerir agua, excepto en los bebés, los deportistas, los trabajadores y la mayoría de las personas enfermas y ancianas. En estos casos, conviene programar momentos y formatos para ingerir agua o líquidos. La sed puede aparecer con una pérdida de tan solo el 2% del peso corporal. El agua total ingerida, procede aproximadamente en un 20-30% del agua de los alimentos y el 70-80% restante de diferentes líquidos. Estas cifras pueden variar mucho según la población y sus hábitos. La ingestión de líquidos por parte de adultos sanos puede variar ampliamente dependiendo de su nivel de actividad, de su exposición al medio ambiente, de la dieta y de las actividades laborales o sociales. En personas físicamente activas, enfermas o que están expuestas a un ambiente caluroso o estresante pueden requerir mayores cantidades de agua. Es muy importante mantener una hidratación adecuada en un adulto sano, pero a lo largo de la vida hay múltiples situaciones que hacen que estas recomendaciones puedan ser excesivas o insuficientes. Es evidente que la cantidad absoluta de agua que requiere un lactante será muchísimo menor; en el embarazo, en la lactancia, en el anciano, en el deportista o en la enfermedad, los requerimientos y las recomendaciones de agua serán sensiblemente diferentes. Hay que considerar también el caso de los trabajadores, ya que según la intensidad y duración del trabajo o las condiciones ambientales, la falta de hidratación puede provocar diferentes trastornos que pueden afectar el rendimiento, el grado de atención y sobre todo, la salud del trabajador. En este sentido son muy necesarias las recomendaciones específicas de acuerdo al tipo y condiciones de trabajo. Sería de interés disponer de una guía específica que oriente sobre los mecanismos que permitan asegurar la calidad y la cantidad adecuadas en relación al balance hídrico, especialmente cuando conocemos la influencia que el grado de hidratación puede tener sobre la salud y el bienestar de las personas, tanto en lo que se refiere a los aspectos cognitivos, como al rendimiento físico y la termorregulación.