La enfermedad de Alzheimer es la forma más común de demencia, y se caracteriza por una disminución gradual y progresiva de función cerebral, que resulta en pérdida de memoria y de la capacidad cognoscitiva y del lenguaje, y en alteraciones del comportamiento. En la etapa final de la enfermedad el paciente es incapaz de mantener una vida independiente y requiere el cuidado constante de otros. Aunque el riesgo de desarrollar la enfermedad aumenta con la edad, la presencia de algunos factores genéticos (por ejemplo, el alele APOEɛ4), y el padecimiento de dolencias tales como hipertensión arterial, diabetes y obesidad; algunos estudios han sugerido una asociación entre la enfermedad de Alzheimer y factores de estilo de vida como el nivel de actividad física y social, el número de horas de sueño y, quizás el factor modificable más importante, la composición de la dieta. El objetivo de esta conferencia es describir algunos aspectos nutricionales de interés en la enfermedad de Alzheimer: ¿Se puede prevenir o enlentecer la enfermedad de Alzheimer con la dieta? ¿Cuáles son los componentes dietéticos que aumentan el riesgo a contraer la enfermedad? ¿Cuáles son los principales problemas nutricionales en pacientes viviendo con dicha enfermedad? Hasta el momento no hay datos concluyentes acerca de la dieta a seguir para prevenir la enfermedad de Alzheimer, aunque una revisión sistemática reciente y su meta análisis correspondiente concluyó que un apego alto al patrón de dieta mediterránea estaba asociado con una disminución del riesgo de deterioro cognitivo leve y de la enfermedad de Alzheimer. En varios estudios se ha reportado que un consumo alto de pescado tiene una correlación inversa con el riesgo de demencia. También se ha reportado la posibilidad de que un consumo ligero a moderado de alcohol pudiera estar asociado con una reducción del riesgo de desarrollo del mal de Alzheimer. Otros han sugerido un efecto beneficioso de las vitaminas E y B12 y el folato en el mantenimiento de la capacidad mental. Sin embargo, hasta el momento, no se ha encontrado evidencia de ningún nutriente que tenga un efecto de mejorar el estado cognoscitivo o que cure la enfermedad de Alzheimer. En cuanto a un efecto causal, se sospecha de varios nutrientes y componentes de la dieta, tales como el consumo alto de grasas trans y saturadas, azúcar, aluminio, hierro, alimentos procesados y energía total, y la falta de vitaminas del complejo B entre otros; sin embargo, ninguno de ellos ha podido ser comprobado como causante de la enfermedad. La predisposición genética, otras enfermedades crónicas como diabetes e hipertensión, y factores ambientales parecieran tener un efecto más importante. Por lo tanto, las recomendaciones generales para prevenir el mal de Alzheimer no son diferentes de las que se hacen para mantenerse en buena salud: Seguir una dieta saludable, mantenerse físicamente y mentalmente activos, dormir bien, tener un peso adecuado y no fumar. Dado que la obesidad, la diabetes, las dislipidemias y la hipercolesterolemia, la hipertensión arterial, y las enfermedades cardiovasculares son factores de riesgo aceptados para el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer, las recomendaciones dietéticas comunes para el manejo de estas condiciones son, por extensión, también recomendadas para la prevención de la enfermedad de Alzheimer y el enlentecimiento de su progresión. En general, se habla de una dieta con cantidades adecuadas de cereales integrales, legumbres, vegetales, frutas y pescados, con un consumo moderado de vino, y un consumo bajo en grasas y azúcar. El principal problema nutricional del paciente con Alzheimer es la pérdida de peso corporal y la desnutrición. También se han reportado carencias de ciertas vitaminas (complejo B, folato, E, etc.) y de ácidos grasos esenciales (omega-3). La pérdida de peso se correlaciona con la pérdida de actividad cognoscitiva y con la progresión de la enfermedad, y pareciera ser un factor de riesgo o un signo temprano y, a la vez, un factor en la progresión de la enfermedad una vez establecida. La causa de la pérdida de peso puede ser un aumento en la actividad física, o una disminución del apetito y de los sentidos de olfato y gusto. Otras causas pueden ser los problemas de masticación y deglución de la comida, especialmente en los estados mas avanzados de la enfermedad. Así, el principal objetivo del cuidado nutricional del paciente con Alzheimer debe ser facilitar el consumo de alimentos en cantidades suficientes para prevenir la pérdida de peso corporal. A medida que avanza la enfermedad, este objetivo se hace mas difícil de alcanzar, y, como consecuencia, puede que sea necesario el uso de suplementos dietéticos y nutrición complementaria. De acuerdo a las recomendaciones de la Asociación de Alzheimer de los Estados Unidos, para lograr esa meta se deben proveer las comidas favoritas del paciente (esto puede cambiar con el tiempo), servir varias comidas pequeñas a lo largo del día, y aumentar la actividad física. Desde el punto de vista práctico, debido a las limitaciones cognoscitivas presentes en el paciente, es conveniente que el cuidador limite las distracciones a la hora de comer, sirva la comida de una forma simple, en trozos pequeños, sin alimentos difíciles de masticar o deglutir, y se asegure de que la temperatura sea la adecuada. Otras medidas prácticas que ayudan son servir sólo un tipo de alimento a la vez, usar platos hondos y cucharas grandes, darle a la persona suficiente tiempo para comer, asegurarse de que tome suficiente líquidos y, en lo posible, comer en familia para disminuir el aislamiento del paciente.
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