Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, Fundación Investigación Nutricional (FIN), Las Palmas de Gran Canaria, España España
En condiciones ‘normales’, el agua corporal total de una persona (TBW) fluctúa a lo largo del día, pero el balance general se logra mantener gracias a una serie de factores interrelacionados que controlan tanto el ingreso como el egreso de agua del organismo. La regulación homeostática de la sal y el balance hídrico suelen actúar para limitar esas fluctuaciones en el TBW a no más del 1% por día aproximadamente. Sin embargo, existen situaciones que pueden actúar aumentando las pérdidas de líquido (por ejemplo, enfermedades, exposición al calor / humedad, diuréticos), o restrigiendo la ingesta de líquidos (por ejemplo, difícil acceso a las bebidas y/o letrinas). Con el tiempo, uno solo, o una combinación de estos factores puede dar lugar a la reducción progresiva del TBW. La hipohidratación resultante causará entonces una reducción del volumen circulante de sangre y un aumento de la osmolalidad plasmática, que serán proporcionales a la magnitud de disminución del TBW. Las poblaciones con un mayor riesgo de deshidratación son: los más jóvenes, aquellos que tienen profesiones en las que la homeostasis de fluidos resulta un verdadero desafío y las personas de edad avanzada. Los datos de prevalencia de hipohidratación disponibles son limitados, pero hay evidencias que sugieren que esta puede ser relativamente común entre los sectores de la población de mayor edad. Una hipohidratación leve puede causar síntomas como dolor de cabeza, debilidad, mareos y fatiga, y, por lo general, las personas se sentirán cansadas y letárgicas. Algunas evaluaciones señalan que la hipohidratación se asocia con bajas puntuaciones en la capacidad de concentración y de alerta. Existe gran variedad de pruebas que indican que las pérdidas de agua del organismo reducen el rendimiento tanto físico como mental. La evidencia sugiere que, tanto si se empeza el ejercicio en un estado de hipohidratación, como si se llega a la hipohidratación durante el ejercicio, el resultado se traducirá muy probablemente en una reducción del rendimiento físico. Existen estudios que señalan que tan solo con una reducción del 2% en la masa corporal debida a una hidratación insuficiente puede deteriorarse la función cognitiva, con cambios en el estado de ánimo y modestas reducciones de la concentración, el estado de alerta y la memoria a corto plazo. Además de las consecuencias fisiológicas, la hipohidratación produce una serie de síntomas generalmente desagradables (por ejemplo, sequedad de la boca, sed, dolor de cabeza) que tendrán un efecto negativo en el estado de ánimo. Algunos autores sostienen que existe una asociación entre la deshidratación y el deterioro de las tareas que contienen un gran componente cognitivo, situación dada en especial por la incomodidad y la distracción asociadas con estos síntomas. El mantenimiento de la homeostasis hídrica e iónica es esencial en todos los sistemas biológicos, los que solo funcionan adecuadamente en un margen estrecho de osmolaridad plasmática. Ello es particularmente relevante para las células excitables como las neuronas, cuya actividad depende directamente del balance iónico transmembrana. El impacto de cambios bruscos de ingesta de agua en la frecuencia de migraña también sugiere que cambios en el balance hídrico en los límites fisiológicos, habitualmente asintomáticos, pueden facilitar disfunciones celulares reversibles en individuos susceptibles y, por ello, pueden constituir un terreno potencial para la intervención terapéutica.