El propósito fue identificar los factores asociados a retraso en el crecimiento en niños de una región semi-rural en Arandas, Jalisco, México. En estudio transversal analítico se incluyeron 432 niños de 12 a 120 meses. Se analizaron variables sociales, demográficas, económicas, dietéticas y patológicas. Se utilizó la puntuación Z del índice talla/edad (< -1 DE y < - 2 DE) para evaluar el déficit de crecimiento. Con la prueba de chi cuadrada y la razón de momios (IC 95%) se estimaron los factores de riesgo y protección. Los factores de riesgo fueron: > tres niños en la familia [RM 1.71 (1.01, 2.87)], consumo de sodas azucaradas > 4 veces por semana [RM 2.36 (1.19-4.73), ingreso familiar mensual < 200 USA dólares [RM 3.5 (1.28, 9.76)] y gasto per cápita en alimentación < 10% de un salario mínimo (100 USA dólares al mes) [RM 1.81 (1.06, 3.09)]; edad < 24 meses [RM 2.02 (1.09, 3.75)], adición de azúcar al biberón [RM 8.56 (1.84, 54.9)], modificación de la dieta durante la diarrea [RM 2.40 (1.02, 5.77)] ingestión de leche < 4 veces a la semana [RM 2.71 (1.55, 4.73)] y casi significativo: consumo de frijoles [RM 1.75 (0.98, 3.13)]. Factores de protección: familia nuclear [RM 0.28 (0.09, 0.85)] y dilución adecuada de la fórmula de alimentación [RM 0.71 (0.60, 0.85)]. En el modelo de regresión los factores de riesgo fueron: consumo de sodas, frijoles y adición de azúcar u otros edulcorantes al biberón.
Palabras clave: Factores de riesgo y protección, retraso en el crecimiento, niños.
The purpose was to identify risk factors associated to deficit on linear growth in children from a semi-rural population in Arandas, Jalisco, Mexico. In a cross sectional study 432 children, 12 to 120 months old were included. Social, demographic, economical, dietetic and pathological characteristics and deficit in the height /age index (< - 1 and – 2 z score) were considered. A chi square test and Odds Ratio (CI 95%) to identify the risk and protection factors were also obtained. Risk factors for height/age deficit were: > 3 children in the family [OR 1.71 (1.01, 2.87)], soft drinks consumption > 4 times a week [OR 2.36 (1.19-4.73)], family’s monthly income < 200 USA dollars [OR 3.5 (1.28, 9.76)] and per capita food expenses < 10% of a minimum salary (100 USA dollars a month) [OR 1.81 (1.06, 3.09)]; age < 24 months [OR 2.02 (1.09, 3.75)], adding sweeteners to the bottle [OR 8.56 (1.84, 54.9)], diet modification during diarrhea [OR 2.40 (1.02, 5.77)], milk intake < 4 times a week [OR 2.71 (1.55, 4.73)] and nearly significant, bean consumption [1.75 (0.98, 3.13). Protection factors: nuclear family [OR 0.28 (0.09, 0.85)] and an adequate infant formula dilution [OR 0.71 (0.60, 0.85)]. In multivariate models associated factors to deficit of height were higher consumption of soft drinks, beans and the addition of sweeteners to the bottle. In addition to socioeconomic variables, lower consumption of high quality food and proteins and higher intake of legumes were important risk factors for mild and moderate deficit height/age.
Key words: Risk and protection factors, growth retardation, children.
Instituto de Nutrición Humana, Departamento de Reproducción Humana, Crecimiento y Desarrollo Infantil, CUCS, Universidad de Guadalajara. Jalisco, México
Apoyado por: niversidad de Guadalajara, Simorelos Conacyt, Hospital Civil “Dr Juan I. Menchaca”, Secretaría de Desarrollo Social
En la región del sureste de México, población mayoritariamente indígena (1), persiste una elevada prevalencia de desnutrición primaria crónica y retraso del crecimiento linear (RCL), debido a diversos factores: hábitos de alimentación, con frecuencia deficitarios en proteínas, nutrimentos inorgánicos y energía, analfabetismo y extrema pobreza (2, 3). En 1999, la Encuesta Nacional de Nutrición (ENN-1999) (2) detectó los distritos, regiones y comunidades donde la mala nutrición era más frecuente (4).
El municipio de Arandas, Jalisco está localizado en la parte media del Occidente del país, tiene 2060 m de altitud y un área de 1239 km2. El clima es semi-seco y el promedio de la temperatura anual es de 10° C (7.3-30° C). Al momento del estudio, la población se estimaba en 75,064 habitantes. Las poblaciones que integran el municipio son Arandas, San Ignacio Cerro Gordo, Santa María del Valle y Santiaguito de Velásquez; una parte importante de sus habitantes viven en forma dispersa en alrededor de 200 delegaciones pequeñas. El ingreso económico y educación de esta población ha sido el más bajo de la región y estos factores junto con su fuerte conservadurismo y religiosidad también podrían explicar su elevada tasa de natalidad. Otros aspectos importantes de esta población son su característica étnica (la mayoría caucásica) y una elevada migración hacia los Estado Unidos de América (EUA).
El Instituto Alteño para el Desarrollo de Jalisco (INADEJ) es un organismo no gubernamental, no lucrativo que provee apoyo en salud y nutrición a los niños de esa zona de Los Altos de Jalisco. Durante el periodo de estudio el INADEJ contaba con 1196 niños; 603 (50.4%) de las áreas más urbanizadas y el resto, 593 (49.6%) de las zonas rurales. Considerando las peculiaridades de esta población alteña poco explorada en el país, el propósito del estudio fue analizar los factores de riesgo y protección asociados a RCL de causa no orgánica como una expresión de desnutrición crónica o pasada.
Se obtuvo el consentimiento por escrito de alguno de los padres o de la persona legalmente responsable y el protocolo fue aprobado por el comité de Bioética del Hospital Civil de Guadalajara.
El promedio del índice talla/edad se encontró por debajo de – 1 DE en los tres grupos estratificados por edad (12 a 23 meses; 24 a 59 meses y 60 a 120 meses), Tabla 1. Respecto al grupo etario, 10.9% fueron niños de los 12 a 23 meses, 32.4% de 24 a 59 meses y 56.7% de 60 a 120 meses de edad; 50.9% fueron del sexo femenino y 28.5% contaban con seguridad social. En la Tabla 2 aparecen características generales de los niños y sus familias. Las familias eran nucleares en 91% de los casos y 64.5% tenía más de cuatro hijos. El déficit antropométrico más pronunciado se observó en el grupo de 12 a 23 meses de edad. Eran analfabetas 50% de los padres (papá y mamá) y los papás tenían ocupaciones diversas. La mayoría de los padres estaban casados por ambas leyes civil y religiosa (En México solo la ceremonia civil es legal). El promedio de ingreso familiar mensual fue alrededor de 200 dólares americanos y el gasto en alimentación per cápita para las tres comidas del día era de 0.60 dólares americanos. Todas las familias consumían tortillas diariamente, 82% consumían leguminosas (frijoles), 38% consumían alimentos considerados “productos chatarra” (golosinas, refrescos o sodas endulzadas, frituras, etc.) y solo 12% consumían carne más de tres veces por semana.
El grupo etario de 12 a 24 meses fue el de mayor riesgo de déficit leve en el índice talla/edad vs. El grupo de 24 a 59 meses (75 vs. 61%), [RM 1.93 (1.07, 3.43), p = 0.019]. Cuando el número de niños en la familia fue = 3 vs. < 3 o = 5 vs. < 5, el riesgo de retraso en el crecimiento fue mayor de manera significativa [69 vs. 56%, RM 1.71 (1.01, 2.87), p = 0.032 y 71 vs. 56%, RM 1.91 (1.09, 3.37), p = 0.019 respectivamente]
Padres con empleo estable se asociaron a mayor déficit talla/edad (75 vs. 58%, p = 0.05). Cuando el ingreso económico familiar mensual fue menor a 200 dólares americanos vs. > 400 dólares el riesgo de RCL fuer mayor (70 vs. 40%), [RM 3.5 (1.28, 9.76), p = 0.005]. La menor cantidad de dinero gastada en alimentos, el alto costo en el suministro de agua, gas y energía cuando fueron tomados como un porcentaje del salario mínimo, fijo y mensual fueron factores que incrementaron significativamente el riesgo de RCL, Tabla 3.
Una dilución adecuada de la fórmula de alimentación durante el primer año de la vida, tuvo un efecto protector [RM 0.71 (0.60, 0.85), p = 0.002].
Cuando el consumo de derivados de la leche fue 0 a 1 veces a la semana, el riesgo de déficit antropométrico fue mayor que cuando el consumo fue 2-4 veces por semana (71 vs. 54%) [RM 1.86 (1.15, 3.02), p = 0.007].
El déficit en el índice talla/edad fue menor cuando el suministro de agua fue intra-domiciliario, o bien, guardado en cisternas, tinacos o en tambos (64%) que cuando fue guardada en cubetas pequeñas u ollas (76%), [RM 0.56 (0.33, 0.99), p = 0.02].
El déficit moderado en el índice talla/edad afectó más a los preescolares menores de 24 meses que aquellos entre los 24 a 59 meses (28.6 vs. 17.5%) [RM 2.02 (1.09, 3.75), p = 0.02]. Una situación similar ocurrió cuando los niños menores de cinco años de edad fueron comparados con aquellos mayores de esa edad (19.5 vs. 13%), [RM 1.6, (1.07, 2.40), p = 0.016]. Pertenecer a una familia nuclear fue un factor de protección (17.6 vs. 43%), [RM 0.28 (0.09, 0.96), p = 0.028]. El estado civil de los padres fue una variable importante: cuando los padres estaban casados por las leyes civil y religiosa, o viviendo en pareja, el déficit en el índice talla/edad fue menor (17.6 vs. 44%), [RM 0.27 (0.09, 0.85), p = 0.008] que cuando los niños eran hijos o hijas de madres solteras o separadas.
Una dilución adecuada de la fórmula de alimentación durante el primer año de vida tuvo un efecto protector (23 vs. 75%), [RM 0.09 (0.01-0.53), p = 0.002]. Sin embargo, cuando las madres agregaban azúcar o miel a la fórmula (32 vs. 5%) [OR 8.6 (1.84-54.9), p = 0.002] o modificaban la dieta del niño durante un episodio de diarrea (sustituyendo la alimentación habitual por té o “atole” de arroz, avena o maíz sin leche, etc.) el riesgo de déficit fue mayor (30 vs. 15%), [RM 2.4 (1.02-5.77), p = 0.029].
Los niños que consumían carne 0-1 veces por semana tuvieron mayor déficit antropométrico (23%) cuando se compararon con niños que consumían carne más de dos veces por semana (15%). Cuando el niño consumía leche menos de cuatro veces por semana el riesgo de déficit fue mayor (32 vs. 15%), [OR 2.7, (1.55-4.73) p = 0.001], mientras que un consumo modesto de productos derivados de la leche fue mostrado como un factor de riesgo (32.5 vs. 12%), [RM 2.27, (1.18-4.40) p = 0.007]. Paradójicamente, cuando el consumo de productos chatarra (golosinas, frituras o refrescos embotellados) fue de 0-1 veces por semana, el riesgo de déficit fue mayor (25%) que cuando el consumo fue de 2-4 veces por semana (13%) [RM 2.0, (1.01, 4.58) p = 0.03], Tabla 5.
Se diseñó un modelo de regresión logística con las variables dietéticas que se asociaron a déficit en el índice talla/edad (< - 1 y < - 2 z). Con un déficit leve (< - 1 z), el consumo de sodas azucaradas y leguminosas permanecieron en el modelo. El consumo de carne, derivados de la leche y café tuvieron menor significado epidemiológico, Tabla 6. Sin embargo, con déficit moderado a grave (< - 2 z), solo la adición de miel o azúcar al biberón permaneció en el modelo [RM = 7.7 (1.73, 34.3), p = 0.007].
El almacenamiento del agua en cisternas, tinacos o tambos grandes tuvo un efecto protector de déficit (15%) comparado con el almacenamiento en cubetas pequeñas, ollas u otros utensilios (28%) [RM 0.47 (0.27, 0.83), p = 0.004]. El uso de leña como combustible vs. Gas para cocinar fue un factor de riesgo mayor de déficit (< - 2 z) (26 vs. 16% respectivamente) [RM 1.89 (1.07-3.32), p = 0.017].
La elevada prevalencia de retraso en el crecimiento en una población pediátrica en la comunidad es influida por problemas sociales, económicos, educacionales y ecológicos. Esta forma endémica y crónica de desnutrición, sin una patología subyacente, refleja pobreza en las condiciones de salud y en la calidad de vida de las familias, que como consecuencia provoca mayor frecuencia y recurrencia de infecciones (9, 10). La estratificación por grupo de edad y el uso del indicador talla para la edad en puntuación z (< - 1 y – 2 z) pretendió de identificar grupos etarios específicos de mayor riesgo e identificar el efecto diferenciado de las variables independientes asociadas (9, 11). El mayor riesgo de desaceleración en el crecimiento se observó en niños menores de cinco años de edad particularmente aquellos de 12 a 24 meses, como ha sido documentado (9, 11); y a diferencia de otros estudios en México y otras partes del mundo (9, 12-16), la pobre educación de la madre no fue un factor de riesgo de RCL. Como se ha enfatizado (9, 16), el gasto bajo en alimentación (como % del salario mínimo) se ha asociado significativamente a déficit en el índice talla/edad (< - 1 z). De acuerdo con Sandoval et al (16), el número de niños en la familia (> 3 y > 5) fue un factor de riesgo de RCL (< - 1 z). Es interesante observar que los niños de familiares nucleares o bien integradas (en matrimonio civil y religiosos o viviendo en pareja) mostraron menor riesgo de déficit antropométrico (< - 2 z) que aquellos que vivían en familias extensas o de madres solteras o separadas. Cabe señalar que aún es motivo de debate cuál tipo de familia es más funcional, unida y compatible con un buen crecimiento y desarrollo del niño; sin embargo, cuando se estratifica por status social y se considera sólo el crecimiento físico del niño, parece ser que la familia nuclear es la más adecuada (17).
A diferencia de otros estudios (18-20), en el presente, cuando los padres tenían un empleo de base, estable, de tiempo completo, los niños mostraron una prevalencia mayor de déficit antropométrico (< - 1 z). Esta aparente paradoja podría ser explicada si consideramos que en el estado de Jalisco, los padres obtienen más ingresos económicos cuando realizan varios trabajos aparentemente inestables, lo cuál les otorga mayor disposición del tiempo para realizar otras actividades más lucrativas. Por el contrario, en comunidades pequeñas del estado, los padres que son empleados sobre una base estable, reciben un salario mínimo bajo (alrededor de 120 a 140 dólares americanos), cantidad insuficiente para cubrir las necesidades básicas de una familia de cuando menos cuatro miembros. Variables como ingreso económico mayor del padre aparecen como factor de protección de déficit antropométrico. Los gastos mensuales fijos parar cubrir el suministro de luz, agua y gas cuando fueron mayores de 20% de un salario mínimo, tuvieron un impacto negativo en la prevalencia de déficit en el índice talla/edad (< - 1 z). Es probable que el gasto destinado a la alimentación sea sacrificado cuando estos pagos deben realizarse de manera obligatoria. De tal manera que en familias nucleares pobres, pero no extremadamente pobres, sus finanzas escasas tendrían un efecto negativo en el estado nutricio de los niños durante los periodos críticos del crecimiento afectando en forma definitiva la talla final alcanzada.
Un hábito común en los estratos socioeconómicos bajos en México es la sobre dilución de la fórmula de alimentación en biberón adicionando miel, azúcar o cereales. Esta costumbre sustituye alimentos más nutritivos, causando pérdida del apetito y afectando adversamente a los niños en su crecimiento físico. Estos resultados parecen revelar que las prácticas alimentarias inadecuadas durante el primer año de la vida impactan negativamente el crecimiento físico del niño en el corto y mediano plazo. El consumo frecuente de frijoles tuvo un efecto negativo en el índice talla/edad (< - 1 z). Esta leguminosa, alimento fundamental en la dieta mexicana, incrementaría significativamente la ingestión de fibra y fitatos y así afectaría la bio-disponibilidad de zinc, micro nutrimento indispensable en el crecimiento linear. Por tanto, niños que no consumen habitualmente proteínas de origen animal y zinc altamente bio-disponible, se beneficiarían de los suplementos de zinc (21) ya que el déficit de este nutrimento y del hierro tendrían un impacto negativo en el crecimiento físico. Cuando la carne o los derivados de la leche fueron consumidos menos de una vez por semana, el déficit en el índice talla/edad fue más frecuente. Una dieta adecuada en proteínas de alta calidad biológica y nutrimentos inorgánicos con elevada biodisponibilidad han mostrado un impacto positivo innegable en el crecimiento físico (13-15, 22-25). Extrañamente, cuando la ingestión de sodas endulzadas ocurrió 2-4 veces por semana, el déficit talla/edad (< - 1 z) fue menor que cuando el consumo fue 0-1 veces por semana. Sin embargo, el exceso en la ingestión de soda (> 4 veces por semana) fue un factor de riesgo de déficit en el índice talla/edad. Esta aparente paradoja podría ser solo una variable de confusión y el consumo moderado de sodas endulzadas (2-4 veces por semana) podría significar solo mayor capacidad de compra asociada a un mayor estrato socioeconómico. El consumo de productos chatarra (golosinas, chocolates, frituras, etc.) también mostró resultados en apariencia poco razonables; el consumo mínimo o nulo vs. 2-4 veces por semana se asoció a mayor déficit antropométrico (< - 2 z). Este hallazgo podría significar que los productos chatarra y los alimentos procesados serían una parte de la dieta diaria de estos niños y que eventualmente se habrían convertido en una fuente segura de energía.
Los resultados del modelo de regresión logística podrían significar que cuando el déficit antropométrico es leve, la combinación de ingestión frecuente de frijoles (alto contenido de fitatos) y el consumo regular de sodas (endulzadas) podrían afectar el crecimiento linear de esta población. Parece ser que el principal factor de riesgo de déficit moderado a grave del crecimiento linear en preescolares es el hábito inadecuado de adicionar edulcorantes al biberón u ofrecer líquidos endulzados (azúcar, miel, té, café, o “atole” de arroz, maíz o avena) con o sin leche. Bajo estas circunstancias, en especial en los niños más pequeños, parece ser que se “sacrifican” los alimentos más nutritivos al consumir alimentos “azucarados” cuyo efecto en la elevación en la concentración de glucosa en sangre, y en consecuencia, disminución del apetito es ampliamente conocido.
Con base en los hallazgos descritos, el déficit en el índice talla/edad como una expresión de desnutrición crónica o pasada, sería una manifestación de inequidad social y económica en la comunidad que afecta en primer lugar a la población más vulnerable. Este déficit antropométrico, sería un indicador, no sólo de la afectación del crecimiento linear, sino muy probablemente asociado al riesgo de un retraso el desarrollo intelectual del niño; ambos efectos, limitarían su potencial a largo plazo y empobrecerían aún más su talento, a través del círculo vicioso de desnutrición – infección y desaceleración del crecimiento y desarrollo.
Tal desventaja en el crecimiento y desarrollo representaría una carga económica para la comunidad, en el corto, mediano y largo plazo. Porque, se ha demostrado que la desnutrición crónica originada en la infancia, incrementa el riesgo de adquirir enfermedades crónicas relacionadas con la nutrición, como son: obesidad, diabetes tipo 2, hipertensión arterial, dislipidemia, cáncer y enfermedad coronaria (26).
Recibido: 02-09-2008
Aceptado: 07-11-2008